jueves, 25 de septiembre de 2008

Tu placer

No sé por qué, pero para mí conseguir ser el causante de tu placer es aún más placentero que lo que tú puedas sentir. Y no me gusta otorgarte dicho sentimiento por mi propia obtención de dicho placer. Va mucho más allá. 

Porque no es como tú planteas el placer. No es solo un atributo más del cuerpo. Tiene que ver con él, claro, solo se puede llegar a ese punto a través de este (aunque no es del todo cierto, es el camino más rápido y más común, no obstante es inútil por sí solo). Pero, es mucho más que el mero contacto entre ambos. 

Como ya te dije, tengo un reto: conseguir erizar tu piel con cada caricia. Y eso solo se puede hacer practicando, probando nuevos caminos. Probándolos todos, sin excepción. Buscando lugares escondidos, pequeños escondites en los que guardas las sensaciones más privadas y las sensaciones que yo más aprecio y deseo. 

Conseguir que te muerdas el labio, conseguir que te acabes riendo fruto de temblores no comunes, conseguir que te falten las fuerzas, conseguir que te dejes llevar, conseguir que cierres los ojos, deleitándote con eso que sientes, disfrutando de tu placer, provoca el mío propio.

Y te eleva a ti, al estado más cercano de felicidad que jamás un ser humano podrá alcanzar. 

Es también el ejemplo claro de lo que siento. Lograr tu más perfecto bienestar es mi búsqueda. 

Tu placer es mi devoción. 



Puede que lo entiendas. Puede que no.

Puede que lo compartas. Es probable que no. 

Pero es la forma que tengo yo de verlo, algo personal y único, y que no ha de ser igual en el otro lado. Yo así lo siento y así continuaré actuando. O incluso de un modo más perfecto gracias a la práctica. 

martes, 9 de septiembre de 2008

¿Por qué no soy feliz?

Ilustrísimas señoras veteranas (y veteranos interesados), aquí tienen ustedes la redacción solicitada. Nada del otro mundo, por supuesto, pero al menos he cumplido con el compromiso contraído.

¿Por qué no soy feliz? Una pregunta difícil y, por otro lado, análoga a: ¿por qué soy feliz? En el caso de que lo fuera. ¿Pueden ustedes, aparentemente felices según dicen, contestar a dicha pregunta? Espero que no. Porque si creen que pueden hacerlo es que creen poseer la verdad absoluta, un conocimiento verdadero sin parangón sobre esta Tierra. Ahora, en el caso de que, además de creer poder hacerlo tienen la respuesta correcta, discúlpenme señoritas pero su existencia se corresponde más a la de una divinidad que la de un antropoide terrestre (por tanto entonces comenzaré a adorarlas como se merecen deidades como ustedes).

La felicidad es una idea, un estado que nadie conoce y que nadie nunca podrá alcanzar, mucho menos en un mundo como el actual. Podríamos acercarnos a esa felicidad, indefinible por otro lado. Podríamos llegar a estados de ánimo que, por similitud y solo por similitud, denominamos como felicidad. Pero no es tal cosa. No podemos ser felices, ni ustedes ni yo. Es algo simple. 

Más allá aún, ese estado anímico considerado como felicidad, no es el mismo para todos nosotros. Como para todos nosotros la belleza no es lo mismo. He aquí un ejemplo interesante. Todo el mundo sabe en qué consiste, de una u otra forma, la idea de belleza. Todo el mundo conoce la idea de felicidad. Pero, ¿ustedes consideran algo bello de igual forma que yo lo hago? No. Nadie posee dichas ideas de forma absoluta, nadie ha abstraído nunca ninguna de esas ideas en su estado mayor, en su estado de perfección. No existe la belleza, igual que no existe la felicidad. 

Por tanto, usted y yo podríamos considerarnos felices en algún momento de nuestras vidas. Pero nunca podremos ser felices. Quizás sintamos algo parecido que nos recuerda dicha idea, pero eso no es felicidad, es nuestra forma de verlo. Individual, solo válida para cada uno de forma independiente. 

Por todo eso, no soy feliz. Y bueno, tampoco soy feliz porque no soy jubilado, no tengo carné de coche, ni coche, ni carné de moto, ni moto, ni una casa en la playa, ni tanto dinero como sea necesario para que sea imposible contarlo...

Aunque haya ciertas cosas en mi vida que me puedan hacer feliz, por momentos, igual que a ustedes. Pero eso tampoco es la felicidad. 

Y si después de leer esto, si es que alguna vez lo hacen, deciden no ya no dirigirme la palabra, sino incluso negarme la mirada y solo preocuparse de mi existencia como novato para ser víctima de sus trucos, podré entenderlo.

Un saludo.

Salud y República

domingo, 7 de septiembre de 2008

Te veré

Volver a verte ha despertado en mí otra vez todas esas sensaciones de las cuales pensaba que carecía mientras no podía estar contigo. Sensaciones que son de siempre, que están aquí desde la primera vez que te vi, pero que, cada vez que se renuevan, parecen distintas, parecen cada vez mejores. E incluso, cuando se renuevan y da la sensación de que no estarán de forma efímera, sino que serán prolongadas y duraderas, son incluso más intensas, más sinceras.

Cuando vi tus ojos de nuevo me recorrió un escalofrío. Como la primera vez que me besaste. Bueno, también como la última. Y la próxima será lo mismo. Me siento completo ya, entero, sabiendo que por suerte, si todo va bien, cada vez que tú me digas que quieres más te lo podré dar, y lo mismo sucederá conmigo. Cada vez que necesite de tu piel la podré ir a buscar, y cada vez que tu piel requieran mis manos, podré ir en su ayuda.

Podré sentirte más cerca. Podré tenerte para mí. Podré verme en tus ojos. Podré tenerlos para mí. Podré quererte y ya no desde tan lejos. Podrás estar ahí. Estaré yo aquí. Estaremos juntos.

Te veré.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Es quererte

Es el final de uno mismo. Provocar dolor en la persona que más quieres lo único que hace es que ese dolor se vuelva contra uno y acabe minando a uno mismo.

Es. No es. Simplemente no es. Dejas de ser persona, acabas con tu dignidad. Sufres de su sufrimiento y sufres por culpabilidad. Tienes el dolor por condena, incluso cuando ella deja el llanto y recupera la felicidad, esas lágrimas que un día fueron derramadas acaban pesando sobre tu cabeza, se solidifican y se convierten en gotas de plomo que te aplastan sin piedad.

Te conviertes en basura. Crees no merecer continuar. Y esa es la realidad, tu vida no va más allá de la suya. Todo lo que a ella le suceda recae en ti. Si es feliz, tú lo serás, puede que más. Pero si no es feliz, si sufre, te ocurrirá lo mismo a ti. Y será aún peor.

Al igual que si esa felicidad se la has llevado tú. Entonces, como si de un espejo se tratara, esa sonrisa se marcará en ti de igual forma. Pero la culpabilidad que uno ha de cargar por haberla hecho sufrir es una pena desmesurada. Es dolor, tristeza. Es negro, oscuridad. Es la nada, vacío. 

Es quererte.