viernes, 16 de mayo de 2008

No hay nada más

No podía perder de vista tus ojos. No podía. Cada vez que intentaba hacerlo, me venían otra vez a la memoria. Así que, de una manera u otra, no dejaba de mirarlos, atónito. Sufría cada vez que los cerrabas, y en menor medida, cada vez que los apartabas de mí. Ellos, junto a tu sonrisa, hacían que nada tuviera importancia, excepto tú. 

Y solo me provocabas arrepentimiento. Ganas de dar marcha atrás, volver a donde una vez estuve, donde una vez me equivoqué. Y deseé, y siempre desearé, no haberlo hecho. Es, como una espina clavada, una espina que lleva tu nombre. El mismo que un día estaba junto al mío. El mismo que un día perdí, solo porque quise. Solo porque cometí un error.

Una segunda oportunidad nunca está bien pedirla, y de hecho no lo haré, porque no quiero molestar. Pero, hoy día, no hay nada que me pueda hacer más feliz que volver a estar junto a ti. Que volver a probar tus labios una y otra vez. Que dejar de soñarte, para poder tenerte en la misma vida. 

No hay nada más que me haga más feliz. 

No hay nada más de lo que me pueda arrepentir.

Como lo hice de decirte adiós.