lunes, 11 de agosto de 2008

Tu ausencia

Un segundo sin ti es una tortura. Es un dolor implacable, insoportable, carente de comparación alguna. Es algo más allá de lo físico, más allá de lo humano, indescriptible. Indestructible.

Es un pedazo de hierro clavado en el corazón que va adentrándose más cada vez que este late. Una daga, una espada, una lanza clavada para siempre aquí dentro.

Un veneno sin antídoto y de efecto lento, que va devorándome por dentro sin pausa, jactándose de cada una de sus hazañas, cada uno de sus destrozos, cada uno de los dolores que provoca.

Una enfermedad sin cura que no tiene piedad de quien la contiene. Un virus dañino y mortal que hace sufrir cada segundo de su existencia. Cada segundo sin ti.

Todo eso es tu ausencia.

O incluso más. Es mi derrota, mi desconsuelo, mi sufrimiento, mi terror, mi dolor, mi peso, mi tristeza, mi llanto, mi propia ausencia, mi indiferencia, mi intranquilidad, mi herida, mi única preocupación, aquello contra lo que lucho, mi verdugo, mi final.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Yo acariciaba tu espalda

Yo acariciaba tu espalda
recorría tu cuerpo con mis manos
y tú
tú girabas tu cara
mirabas para otro lado.

Yo miraba tus labios
deseaba llegar tan alto, hasta tocarlos
y tú
tú cerrabas los ojos
no querías verme alcanzarlos.

Yo olía tu pelo
estudiaba cada aroma con sigilo
y tú
tú regalabas silencio
tu pasividad me mantenía en vilo.

Yo sabía amarte
deseaba que tú me amaras
y tú
tú no decías palabra
simplemente te callabas.

Y mientras tanto mi tristeza inundaba todo mi cuerpo. Mi tristeza me inundaba por completo. Se hacía dueña de mis días, de mis horas, de todo mi tiempo. Se hacía dueña de mi vida en definitiva. Como tú misma hiciste. 

Te adueñaste de mí, me robaste los sentidos. Te apoderaste de mis miradas, hiciste tuyos mis silencios y mis palabras. Hiciste tuyos mis miedos y mis placeres. 

Te necesito conmigo.

sábado, 2 de agosto de 2008

Tu espalda

Recorrer el itinerario a lo largo de los surcos de tu espalda. Ese es mi único anhelo, lo único que deseo ahora que el vacío de tu ausencia ha llenado mis ojos de lágrimas. Ahora que ese vacío es irremediablemente creciente y que me va devorando poco a poco, pedazo a pedazo, como un día soñé yo devorarte a ti.

Eres el objeto de mis penas y alegrías. Junto a ti soy feliz, y cuando tú no estás la tristeza inunda la humilde morada de mi corazón. Un corazón que trata de encontrar las notas que te hicieron venir junto a mí, para poder hacerte volver y quedarte a mi vera para siempre. Quiere cantarte aquello que tanto te gustó, esa copla que te enamoró, esa copla que te acercó a mí y que nunca debí dejar de entonar para que nunca te tuvieras que marchar.

Eso es lo único que siento. Cada vez que cierro mis ojos veo los tuyos en mis párpados, dos luceros brillantes y enormes que me miran desde lo más profundo del hoyo que has cavado en mi memoria. Un hoyo en cuyo fondo hay un baúl con todas las cosas que me dejaste. Pero es demasiado profundo como para no sentir vértigo al ir a buscarlo.

Los seres humanos somos así. Nos cuesta pensar en el futuro de las cosas que aún no han llegado. Cuando sucede algo, cuando aparece el primer síntoma de un suceso cercano, cuando ya estamos sobre el propio tren del desarrollo de la historia, es cuando podemos pensar acerca del desenlace, si lo hay, o al menos del devenir, del progreso, del "¿cómo seguirá? Hasta entonces, es eso, vértigo lo que sentimos al mirar hacia delante. 

Pero quién me iba a decir que iba a poder, o que iba a tener que pensar en eso. De hecho, quién me dice a mí que pueda pensar en ello. Cómo puedo saber yo que somos dos por entidad, o simplemente uno más uno unidos por avatares del destino y desunidos por culpa del desarrollo lógico de los acontecimientos. Cómo puedo yo saberlo. 

Aún así, seguiré soñando con esa realidad dual que ambos juntos conformamos. De hecho, por separado, yo no me siento entero. Me falta algo. Esa sensación que hace a uno dar vueltas en la cama sin encontrar posición aunque se prueben todas las existentes en el mundo entero. No encuentro acomodo si no es a tu lado. No consigo dormir si no es con tu esencia. No puedo hacerlo si no es a la sombra de tu silueta. 

Otra noche sin dormir

Otra noche sin dormir. Otra noche sin dormir por culpa de tu recuerdo. Tu silueta a mi lado se ha apoderado de todo mi ser, y sin ella, ya no estoy completo, ya no soy yo. Soy mi mitad, una parte de mí mismo, un ente diferente, que ya no encuentra todo aquello que busca al mirar a su alrededor. 

Sin tu silueta a mi lado, en la cama, ya no puedo dormir. No puedo hacerlo. Doy vueltas y vueltas en la cama, alargo mis brazos hasta el infinito para intentar tocarte, pero no lo consigo. No llego hasta tu espalda, esa que antes podía y disfrutaba acariciar. 

Ya no puedo recorrerte por entero, y por eso muero. Muero cada vez que giro la vista para mirar tus ojos y no puedo verlos. Muero cada vez que te busco con mi mano y lo único que toco es la soledad plasmada en una sábana descubierta, llena de tus recuerdos para mí, vacía de tu presencia. 

Es un agujero negro en el que se pierden mis sentidos. El vacío en mi cama, una cama que llora por tenerte, una cama que es un remolino de ansiedad, de tristeza, de llantos por tu cuerpo. Una cama que no vale nada sin ti. Que es solo una tabla acolchada sobre la que no puedo dormir. 

Te quiero a mi lado. Te necesito aquí. Y no puedo articular esas palabras delante de ti. Por eso escribo esto para nadie, solo para aliviar mi mente que es toda entera celda de tus recuerdos. Recuerdos que te anhelan, que me destrozan por dentro como termitas endiabladas que van triturando mi bienestar. 

Termitas que llevan tu nombre, como yo lo llevo grabado a fuego. Y parece que por arte de magia se repite sin cesar a mi alrededor. Pero te busco y no te veo. Y sufro cada vez. Sufro cada día, cada instante. Te quiero.

A veces siento que te huelo. Siento que puedo olerte, como antaño hacía, recorriéndote centímetro a centímetro, milímetro a milímetro para intentar quedarme con una mínima parte de ti. Para intentar tener al menos eso conmigo y llevármelo a todas partes, y tenerlo para no echarte de menos.

Pero es imposible no hacerlo. Es imposible continuar sin ti. ¿Por qué tuvo que empezar todo esto? No me imaginé, nunca pude llegar a concebir tanto sufrimiento como el que ahora me tortura y lleva tu nombre.

viernes, 1 de agosto de 2008

Es muy complicado hacerlo

Claro que me he aclarado. Por supuesto. 

Tengo el corazón en vilo ahora que no te tengo a mi lado. Me duele todo mi cuerpo ahora que no estás junto a mí. 

Lo difícil es sincerarse delante de un teclado cuando sabes que lo que escribas va a ser directamente leído por ti. Es muy complicado hacerlo. 

Y es aún más difícil cuando uno solo sabe lo suyo, y no sabe qué ocurre por el otro lado, qué hay en la cabeza de la otra persona. Es muy complicado hacerlo.

Solo quiero estar contigo otra vez. Acariciarte de nuevo. Ser objeto de tu mirada otra vez. Que me devores con esos enormes ojos de los que soy devoto. Quiero decirte que solo quiero estar contigo. Pero es muy complicado hacerlo.

Decirte que lo eres todo para mi. Que sin ti no existe nada más que tus recuerdos. Decirte que te echo de menos. Que te quiero. Que no puedo vivir sin ti. Pedirte que vuelvas a mi lado. Que no te separes de mí nunca más. Pedirte que dejes de ser la dueña de mis sueños y que vuelvas a ser parte de mi realidad. Eso es lo que quiero hacer. 

Pero es muy complicado hacerlo.